Camino a ninguna parte
sábado, septiembre 24, 2005
  Exámenes finales
Exámenes. La época más horrible para mí. Siempre he tenido la costumbre de dejar las cosas para el final. En parte es por el hecho de que por lo general vivo al día. Intento ser organizado pero siempre fracaso; utilizo ayudas como agendas pero acabo dejándolas sin revisar durante días.

En esta ocasión se me vino encima una avalancha de trabajos pendientes. Con la excusa de que todos eran para entregar hasta el final del curso me quedé en la vagancia. Por supuesto que bajo esas circunstancias casi exploto de la presión, pero nunca me he quebrado. Pero dormir cinco horas por noche me está volviendo algo... inestable.
 
miércoles, septiembre 07, 2005
  5 años y contando
Por alguna razón, el año 2000 se había convertido en un ícono de la decadencia y destrucción para mí. Aunque en ese momento no pasó nada lamentable, todavía siento como si todos estuviéramos viviendo tiempo extra. Todo esto es culpa de mi primo y de mi mente vulnerable. Cuando éramos niños, por allá de 1990-91, él me convenció de que el mundo se acabaría en el 2000. Para reforzar esa impresión, por esa época se dió la primera guerra estúpida de Estados Unidos contra Irak. Todos los medios masivos hablaban de armas químicas y de ciudades cuyos habitantes peleaban por tener su propia máscara antigás. En aquel momento pensaba que no había problema: el tiempo transcurría tan relativamente lento para mí que 10 años más de vida me parecían fabulosos.

Tenemos tantas cosas extrañas que los demás nos implantan en la cabeza, que debemos pasar años extrayéndolas por nosotros mismos.
 
sábado, septiembre 03, 2005
  Alcantarilla maldita
Para andar en esta ciudad, que es muy pequeña, hace un tiempo que he optado por utilizar una bicicleta y así ahorrar dinero en gasolina. Como casi todos los que tienen una bici aquí, compré una de montaña. El problema de esas bicicletas es que a pesar de lo versátiles que son, en la ciudad resultan algo estorbosas por las llantas que utilizan. Pensando en eso, le puse a la mía unas Michelin con dibujo para pavimento. La mejora fue inmediata, se alcanzan velocidades mayores con menos esfuerzo.

Apenas ayer salí a probar mi nuevo arreglo. Comparadas con las otras llantas, estas hacen que parezca que vas volando sobre el asfalto. Incluso pude saltar un par de topes sin problema.

Al pasar un "tope-peatonal" (un monstruo híbrido producto de la cruza entre un tope gigante y un puente peatonal), decidí no saltarlo sino simplemente pasar sobre el. No creo haber ido más que a unos 25Kph. El tope ese es tan grande, que en la bicicleta no puedes ver lo que hay del otro lado. Al descenderlo, ví con horror que había una alcantarilla con las rejillas orientadas hacia el frente. No alcancé a frenar. La llanta delantera se atoró y salí expulsado sobre el maneral. Aterricé con el codo derecho y la palma de la mano izquierda, así como la rodilla derecha. En ese momento quedé todo confundido. Al pararme, la pierna derecha me temblaba sin control. El brazo derecho no lo sentía, no podía moverlo en absoluto. Me colgaba inerte, como si no fuera mío. Como pude, con la pura mano izquierda y sin fuerzas en el cuerpo, llegué pedaleando lentamente a mi casa.

En este momento ya puedo mover con libertad el brazo derecho, pero me duele hacer cualquier esfuerzo con él. Tal vez después suba alguna foto de la herida.

Lo importante del incidente es que me recordó con mucha intensidad mi condición mortal y efímera. Si las cosas hubieran sido un poco distintas tal vez habría aterrizado de cara y todo se hubiera complicado para mí.
 
viernes, septiembre 02, 2005
  Adíos al tío
Ayer, a las 4AM, murió mi tío abuelo tras una corta batalla contra el cáncer. Por supuesto que la batalla fue en su mayor parte mental, ya que físicamente había poco que pudiera hacer contra esa enfermedad. Fui a su funeral en lugar de ir a la escuela. Me sorprendió escuchar comentarios entre los presentes para justificar por qué algunos no habían asistido. Porque tenía trabajo. Porque había clases. Porque tenía que cuidar a los niños.

Yo apenas conocí a mi tío abuelo hace unos cuatro meses, durante una visita que le hizo mi abuela y yo la acompañaba. Se quejaba de algunos dolores en la espalda pero hasta ese momento el diagnóstico de cáncer no era totalmente seguro. Fue confirmado hasta después con algunos estudios de laboratorio. Antes de esa ocasión no recuerdo haberlo visto, mucho menos conocido. Sin embargo, el simple hecho de haber estado ahí, de saber que era el hermano de mi abuela, me motivó ayer a dejar todo lo que tenía que hacer ese día para estar presente en su despedida.

Ahí estaba yo, en medio de un pequeño tumulto, del cual no conocía ni a la tercera parte de los participantes. Se me aseguró que al menos la mitad eran parientes míos. Es difícil conocer a tu familia cuando sabes que tu abuela tuvo 10 hermanos, que a su vez tuvieron sus respectivos hijos y nietos. Cuando prácticamente cualquier persona de más de 40 años de edad ahí presente es tu tío. Cuando el montón de tipos de tu edad o menores son todos tus primos en mayor o menor grado.

El cementerio del pueblo es un lugar muy bello, a su modo. Está situado en la cima de una colina, con áreas verdes bien colocadas. Las tumbas no se apilan unas sobre otras, como en los de mi ciudad, donde el sepulcro de mi abuelo estaba separado de los demás por un márgen de menos de medio metro. En aquel cementerio del pueblo están los restos de muchos de mis ancestros. Víctimas del cáncer o de fallas cardiacas. Ojalá que la genética fuera mentira.

Durante el entierro, niños pequeños curioseaban, llevados por sus padres en un intento de hacerles comprender el absurdo misterio de la muerte. Los pequeños reían, correteaban, trepaban tumbas. Todo sin preocuparles si estaban cometiendo alguna especie de sacrilegio o faltando al respeto de la memoria de un difunto. Sus mentes aún no estaban atascadas de prejuicios y creencias incrustadas por adultos temerosos de lo que no comprenden.

La experiencia de ayer me recordó una vez más mi propia condición mortal. No me gusta mucho citar a otras personas, y menos si ni siquiera sé de quién es la frase, pero alguna vez leí esta en la red:

Sueña como si fueras a vivir por siempre; vive como si fueras a morir hoy.


 
Siempre en ese extraño estado entre la vigilia y el sueño

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Nombre: giromante
Ubicación: Salamanca, Guanajuato, Mexico
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