Cuando era pequeño tenía, como muchos niños, una mascota a la que adoraba. En mi caso era una perrita criolla, color blanco y con algunas manchas cafés. Me la regaló un tío cuando yo tenía 6 años.

Yo la quería tanto como puede uno querer a una mascota. Jugaba con ella, la cargaba, podía pasar mucho tiempo acariciándola. Era un animal muy fiel y vivaz.

Como decía George Harrison (el único Beatle que me caía bien), "all things must pass", y mi perrita envejeció mientras yo me volvía adolescente. Como toda persona más o menos solitaria, solía hablarle mucho a mi mascota, a pesar de estar consciente de que no me entendía. Por lo menos eso me hacía sentir bien.

Hacia el final de su vida, mientras yo cursaba la preparatoria, desarrolló una forma de cáncer que le afectó sus patas. Los últimos días le aparecieron llagas en la barriga, porque ya no podía caminar con facilidad. Mi papá intentaba hacer sanar sus heridas de las patas con algunas pomadas y vendas. El día final de su existencia, por la mañana, noté cierta mejoría en sus heridas.

El último día que vivió, como ya dije, la revisé por la mañana, para luego partir hacia la escuela. Pasé el día como casi todos en ese periodo, disfrutando de la ausencia de responsabilidades. En esos años mi turno escolar era por la tarde. Cuando regresé por la noche fui a ver a mi perrita, para ver si sus heridas habían mejorado y darle algo de comida. La encontré tirada al final de un largo hilo de orina y heces, jadeando de lado y tratándo patéticamente de mover la cola. Dejé la comida por un lado y me agaché a recogerla. La sostuve en mis brazos mientras exhalaba su último suspiro, pues en ese momento estaba sufriendo de un ataque cardiaco que finalmente la mató.

Por si se lo preguntan a estas alturas, sí, lloré. Lloré como no lo había hecho en mucho tiempo. También maldije en voz alta, pateé y golpeé cuanta cosa me encontré. Enojado y confundido me salí al jardín municipal a dar una vuelta, mientras me calmaba. Regresé a casa, donde mi mamá me preguntó por qué había salido tan alterado a la calle, y le conté. Me estaba dando una risa nerviosa entre sollozos, y exclamé en voz baja: "y todo por un perro..." Ella solo atinó a decirme que siendo mi mascota de tanto tiempo era comprensible que reaccionara así.

Uno o dos días después, escuché una conversación en la que solo pude entender una parte. Básicamente, unas señoras decían que según la religión católica los animales no tienen alma. En ese momento me puse rojo de coraje y me largué en cuanto pude. No era posible que hubieran dicho esa mierda; ¿Cómo no iban a tener alma? ¿Cómo un ser capaz de expresar esa emotividad, un ser que a la vista de cualquiera esta provisto de una personalidad que lo hace completamente diferente a todos los demás de su clase, no pueda recibir por lo menos ese atributo tan básico?

Somos una raza de arrogantes. Nos damos a nosotros mismos atributos como el alma, cuando realmente no somos mejores que los demás animales. A Dios lo hicimos con forma humana, cuando jamás lo ha visto nadie... Tuvimos siglos de geocentrismo... No me parece malo que nos valoremos, pero ponernos por encima de todo es ingenuo.

He sido un usuario de Clié durante un par de años. Para quien no lo sepa, Clié es una línea de computadoras de mano fabricada por Sony, utilizan el sistema operativo PalmOS y se destacan por sus capacidades multimedia. En el caso del modelo que poseo, SJ-33, está equipado para reproducir video en un formato propietario y audio en MP3 y ATRAC3, así como visualizar imágenes JPEG.

No soy muy adepto al software de Micro$oft, pero a veces es inevitable utilizarlo y afrontando los hechos, ya no es tan malo como antes. Por lo menos en el cambio de Win98 a WinXP he notado una dramática reducción de las famosas pantallas azules. Comparando el software y hardware de los dispositivos con PalmOS y aquellos que poseen el sistema operativo Windows Mobile quedé gratamente impresionado con los últimos. Sus capacidades son claramente superiores, así que estoy por vender mi Clié y adquirir una Axim X30 de Dell. Ya que la tenga comentaré aquí mis impresiones.

La originalidad es algo que me ha interesado siempre. No se trata de que yo esté buscando ser original, eso lo tendrían que juzgar otras personas y creo que sería contraproducente intentar forzarlo. Más bien me refiero a saber qué es lo que hace original a alguien, qué los separa del resto de nosotros.

Hace tiempo discutía con una amiga, que decidió tomar el camino de los estudios humanos, en particular Literatura. Me habló de un temor que tenía en particular: no ser lo suficientemente creativa en su trabajo; apegarse demasiado a estilos o técnicas convencionales en pos de la seguridad; rechazar la oportunidad de hacer las cosas de un modo diferente por apegarse a las reglas. En su área creo que es un temor justificado. Después de todo, en parte de eso se trata si quieres destacar.

Si aprendes a hacer las cosas como se deben hacer, puedes convertirte en un maestro de tu campo. Pero solo inventando nuevos caminos es posible ser un algo más.

El principal problema con el área de las artes es que la originalidad es subjetiva, y no se puede alcanzar de manera absoluta: siempre le estás copiando de alguna manera a tus influencias. En las ciencias puede tenerse una idea más o menos clara de quiénes forman la vanguardia. Siempre se puede juzgar el state-of-the-art (que siempre me lo traducen los profesores como estado del arte, pero dudo esto sea representativo del concepto que la frase en inglés intenta cubrir. Me parece que vanguardia es más representativo. Uso state-of-the-art por ser un concepto más o menos universal en mi campo de estudios, donde el inglés es lingua franca) por las publicaciones que se hacen en las revistas especializadas, de modo que es sencillo saber quiénes se destacan. Esto se juzga con sus logros específicos, no con criterios subjetivos.

En todo caso, mi debate con mi amiga se redujo al campo de las artes, donde sí es difícil determinar la originalidad.

A mí me parece un poco complicado. Por ejemplo, me han dicho que lo más vanguardista en las artes es hacer un performance. Pero los que he visto me parecen forzados, un grito, una llamada de auxilio para que se les preste atención a toda costa. Las mejores manifestaciones artísticas que he conocido no están en el mainstream, sino en el underground. Se les conoce del boca a boca, se hacen propaganda por medios poco accesibles pero efectivos. Curiosamente nunca se ponen de moda.

Contribuye a estos desvaríos con un comentario, me interesa conocer otros puntos de vista.

Ayer me pasé la mayor parte del día en una reunión familiar, celebrando a una tía que cumplía su medio centenario. Me ocurrió lo de siempre: el mole me cayó tan mal (a pesar de su rico sabor) que me dejó fuera de combate. Hasta que llegué a mi casa en la noche pude aliviarme poco a poco con antiácidos.
He estado pensando en lo que estoy haciendo en la carrera. A pesar de que ya llevo un poco más de la mitad de mis materias cursadas, estoy muy confundido en cuanto a qué quiero hacer al salir. Ni siquiera he podido decidirme bien por una especialidad en particular, siento que todas me gustan. Tal vez curse varias, y así aprovecho para durar más tiempo como estudiante... Nah, francamente ese panorama no me atrae.
Por lo pronto, y en vista de las buenas calificaciones que he obtenido a últimas fechas, estoy intentando distraerme con otras cosas. Como ya dije en otra ocasión, me apasiono mucho con lo que hago en la escuela, pero eso no tiene por qué ser así. Me estoy concentrando en buscar otro tipo de satisfacciones.
Debo tener cuidado en eso, ya lo sé. Para mí ha sido muy fácil encontrar actividades estimulantes pero no por ello buenas, y tampoco quiero caer en una situación que me lleve a tirar a la basura el tiempo y esfuerzo que he invertido en la carrera.

En una nota aparte: por fin encontré un lugar para aislarme un rato que buscaba, tras pedalear mi bici una hora. Pronto volveré a buscar uno nuevo, aunque se está haciendo progresivamente más difícil llegar a lugares apartados de la gente. El que encontré ni siquiera está lejos de alguna población, pero la gente no parece frecuentarlo.

Me encontraba completamente aturdido a las 11AM. Esto porque había dormido durante muchas, muchas horas: unas diez, más o menos. A mí me ocurre que durmiendo de más me siento muy mal al despertar, me duele la cabeza o siento el estómago revuelto. Me despejé un poco con un café, revisé algunos blogs conocidos (sin actualizar los muy flojos) y en general intenté sentirme mejor.
Por la tarde, se me ocurrió ir a visitar a mi hermana que estudia fuera, en Irapuato. Le estaba revisando la presión a las llantas del auto cuando recordé que no he ido a sacar mi licencia de conducir.
La verdad es que eso de la licencia no me entusiasma para nada, sobre todo porque pienso que es un impuesto estúpido. Cualquiera que la haya obtenido sabe perfectamente que no se necesita saber casi nada sobre conducir un automóvil para que de todas formas te la otorguen. No es garantía de que sepas manejar. Solamente es una forma de cobrar más dinero por parte de los municipios, y todos sabemos que se lo gastan en puras idioteces...
Llevo cinco años manejando sin licencia, y no me gustaría que me detuvieran y cobraran una multa por no tenerla, pero me sentiría mal por el hecho de haberles dado mi dinero con ese motivo tan tonto.

Este post lo voy a dedicar a un suceso de hoy que me trajo un montón de memorias agradables, fluyendo por mis neuronas como un trago de buen licor lo hace hacia el estómago...
Hace ya unos días que estoy experimentando con la distribución Kubuntu de Linux (que es la misma que Ubuntu pero con KDE en lugar de GNOME). Tras haber fracasado en la instalación de mucho software en el pasado por culpa de SuSE y su sistema de paquetes RPM, la utilería apt-get que incluye Ubuntu es una bendición. Gracias a el por fin instalé una pieza de software que adoro desde que lo tenía para Windows: FCE Ultra. Este emulador de NES es el mejor que he conocido y el más compatible de todos.
Inmediatamente eché a andar algunos juegos. Uno de los primeros que puse fue el Ninja Gaiden, y la nostalgia comenzó a golpearme. La misma música que gocé primero en mi hermoso NES gris, y que después escuché en la secundaria con el emulador Nesticle, había vuelto mejor que nunca.
En ese momento recordé: "carajo, ¡nunca pasé el Ninja Gaiden 2!". De la trilogía de NES, solamente había jugado completos el 1 y el 3. Así que puse el 2, y me dí a la tarea de terminarlo costara lo que costara (aparte no tengo clases por el momento xD ).
Ninja Gaiden II: The Dark Sword of Chaos... Increíble experiencia. Horas después estaba completamente concentrado en ver los "cinema displays" (como los llaman sus creadores) del final. Un cinema display era una tecnología primitiva utilizada por los desarrolladores de juegos de 8 bits para dar una impresión de historia cinematográfica. Su equivalente actual serían los videos que podemos ver en la mayoría de los juegos de aventuras, pero en 2D y con diálogos escritos en una fuente enorme.
Lo mejor de todo fue que yo jamás había pasado del segundo nivel de ese juego en mi vida (el maldito tren donde las águilas del mal te machacan sin piedad), y hoy lo terminé. Que extraños somos los hijos del nintendo, porque me produjo una sensación de paz y logro tremenda y familiar.
Bendita sea la emulación de consolas del pasado, y larga vida al NES.

Amén.